Está visto que uno no puede faltar a sus citas mensuales. Y no estoy hablando de la regla de las mujeres sino de mi contribución a la calidad y prestigio de esta revista con mis colaboraciones escritas. Y esto viene a raíz de la rumorología desatada como consecuencia de la ausencia de Tribulete en el número del pasado mes de junio.
Algunos frotándose las manos, pensando que ya este pesado se había jubilado (ojalá), que los responsables habían decidido de una vez por todas prescindir de sus servicios debido a su poca formalidad o que se lo habían quitado de encima debido a las quejas de los suscriptores. Otros, sin embargo, esos que cuando reciben la revista buscan ansiosamente mis artículos en sus páginas, las pasaron canutas, preocupados por su ausencia, llamando nerviosos y pidiendo información, cual adictos al porro en periodo de abstinencia.
Nada de eso ha sucedido queridos lectores. Y para jodienda de algunos, satisfacción de otros y curiosidad de todos les diré que la ausencia de Tribulete fue debido a un viaje al Polo Norte.
Bueno, no exactamente al Polo Norte. En realidad la Trini y un servidor de ustedes llegaron hasta Cabo Norte donde precisamente la noche de San Juan, sin hogueras de por medio, vieron el sol de medianoche; ese sol que, esa noche, rebota en el horizonte y vuelve a subir hasta lo mas alto. Espectáculo único pero nada comparable con el de ver a nuestro alcalde y autoridades bailarse un aurresku en la Consti. Es por esto que los fineses no conocen las hogueras ni falta que les hace.
Ya me supongo que ustedes estarán muy viajados. Que un año se van a la Patagonia, otro a Estambul y otro a las Candongas, pero para Tribulete, que sus salidas mas lejanas eran a Benidorm en los tiempos gloriosos de las suecas, el poder ir ahora a su feudo y conocer a las escandinavas en su propio terreno tiene un valor añadido y un suplemento de morbo. En cualquier caso si, cuando jugábamos en casa no era capaz de meter un gol, jugando en campo ajeno hubiese perdido por goleada.
Tampoco se crean que aquí todo el monte es orégano. Esos jodidos lapones tienen muchos renos, muchos lagos y en cada lago millones de mosquitos con quienes tienen algún contrato para que todos lo veranos se coman vivos a los turistas. Lo que tampoco entiendo es que teniendo el nivel de vida más alto de Europa sean tan tabas que no se gasten un duro (bueno, una corona) en persianas y cortinas. En invierno no hay problema, ya que siempre es de noche, pero en verano es un desastre y, los que como yo, estamos acostumbrados a dormir sin luz, pasamos el resto del día en un sonambulismo constante. Y que me dicen del trikitriki; ¿les apetece a ustedes echar un kiki pensando que el vecino de enfrente esta ojo avizor calentando motores o intentando aprender alguna táctica nueva? Si a estas alturas de la vida, ya no estamos para demasiados trotes, a pesar de la ilusión, la falta de concentración hace estragos. Se lo dice Tribulete.
Que no se me olvide hablarles de Rovaniemi. Es una ciudad justo donde empieza el Círculo Polar Ártico, pero le viene su fama por ser el lugar donde tiene su casa Santa Claus. Como se pueden imaginar es un montaje turístico con toda clase de recuerdos, incluso con una oficina de correos desde donde se mandan cartas y postales con su propio matasellos, algo que no pudimos aprovechar ya que yo no tengo descendencia y los sobrinos de la Trini en vez de postales prefieren algo más prosaico, como por ejemplo, una botella de vodka con arándanos, necesaria para sobrellevar la fría y larga noche polar, según algunos parecida a nuestro pacharán, bebida que allí la utilizarían con los niños como jarabe para curar los catarros.
No es preciso que les precise que para conocer la calidad de los regalos, primero hay que probarlos. Esto da pie a que, una vez amortiguado el ardor del primer trago, estés en condiciones de empezar a articular sonidos más o menos inteligibles. Les decía a los lugareños que eso de Santa Claus son inventos, leyendas, historias o tradiciones consumistas. La respuesta de mi ocasional acompañante en la tasca, un pastor de renos, fue la de que ellos sólo tenían uno pero que nosotros tenemos una lista interminable que en vez de Santa Claus se llaman Rajoy, Camps, Montoro, Wert, Guindos, etc. Que en vez de trineo tienen cartera pero que son igual de falsos e igual de mentirosos y que no engañan a los niños sino a varios millones de ciudadanos, que no aprenden y que a pesar de todo cada cuatro años les escriben su carta creyendo, incautos, que les van a traer todo lo que les han prometido.
En fin, señores, aquí termino este refrescante artículo de viajes, algo parecido a los del escritor Javier Reverte, especial para el extra de verano. No quiero atribularles con noticias preocupantes o escritos pesimistas. Que pasen un buen verano y, salvo jubilación anticipada, ya se que algunos se largan en octubre, les amenazo con volver con el festival de cine.
Reflexión para este mes: Si el amor es ciego, es necesario palpar.
Menos mal que sigues deleitandonos. Había notado tu ausencia en la Revista y me alegro de lo bien que los has pasado en vacaciones.
Hasta el mes que viene, que seguiré esperando tus noticias