Hace algunas semanas dio bastante juego esta noticia que apareció en prensa respecto al “conectivismo laboral”:
“Prohibido conectar con la oficina” (El País, 10/04/2014)
“Francia quiere desconectar al salir de la oficina” (El Correo, 16/04/2014)
En ella se habla de una normativa que pretende liberar a los trabajadores galos y obligar a su desconexión telefónica y digital tras finalizar la jornada laboral.
En el debate que se suscitó lo primero que llamó la atención fue que “11 horas de desconexión son 13 de conexión” y que “Habiendo gmails, hotmails, whatsapps, smartphones etc lo de no dejarte acceder al correo de la empresa me parece intentar poner puertas al campo.” Y no faltó el abogado del diablo que apuntó una nueva coletilla de los jefes: “…y dame tu número de móvil y el correo particular, que estos pardillos de sindicatos y de RRHH nos quieren capar el correo de Kutxabank entre las 22:30 y las 6:00″
La postura mayoritaria cuestionaba la efectividad de la normativa propuesta, recalcando que “Lo que importa no es el acceso o no a las herramientas de trabajo, sino que las cargas de trabajo sean adecuadas, gracias a una priorización, planificación y dimensionamiento de los equipos de trabajo correctos. Lo que tapa esta medida ridícula es el presentismo. Mejor dicho, premiar el presentismo. Mientras existan jefes que midan el hacer con el estar, habrá atajos para el presentismo, y no hay que ser muy listo para encontrar otras vías de comunicación« y se apuntó algún paralelismo con otros fraudes ya habituales, por desgracia. “También están prohibidos por ley los contratos en B, las facturas sin IVA,… ¿no? Pues eso”
Y tú, ¿qué opinas?